El arte de cautivar en traducción
Origen: El arte de cautivar en traducción
En estas últimas semanas he estado leyendo el libro El arte de cautivar, de Guy Kawasaki, un experto en marketing y nuevas tecnologías que trabajó para Apple en los años 80 y 90. Según Guy Kawasaki, «cautivar» sería el proceso de seducir a la gente con un producto, un servicio o una idea. En este libro, Guy da multitud de consejos muy generales que se pueden extrapolar fácilmente a cualquier negocio o a cualquier causa. De todos esos consejos, he elegido 7 que considero que pueden ayudarnos a mejorar como traductores profesionales.
Nosotros, como traductores, ofertamos principalmente servicios a nuestros clientes. Por tanto, el foco de atención no recae en un producto que hayamos creado, sino en el trabajo y las soluciones que podemos ofrecer a empresas y profesionales. En consecuencia, somos nosotros como profesionales los que debemos convencer a nuestros clientes.Debemos gustarles, ganarnos su confianza y crear un hechizo duradero que nos permita seguir colaborando con ellos durante mucho tiempo.
En definitiva, debemos cautivarles. Vamos con los 7 consejos para cautivar en traducción:
1. Intenta caer bien a tus compañeros y clientes potenciales desde el primer momento
¿Alguna vez te ha cautivado alguna persona que no te gustara? Seguro que no. Las personas negativas o tóxicas difícilmente cautivan a los demás. Más bien nos deprimen, nos irritan o nos ponen de mal humor. Probablemente no querrás comportarte así cuando acudas a una entrevista de trabajo o a un evento, porque generarías un efecto negativo y correrías el riesgo de ser rechazado demasiado pronto.
Para gustar a los demás, el primer paso sería dar una buena primera impresión. No vamos a entrar en los típicos temas de cuidar la vestimenta y otras cuestiones estéticas típicas. Son importantes, desde luego, pero es algo que casi todos solemos cuidar y, en realidad, la clave está en intentar no destacar demasiado (si nos arreglamos mucho, podemos parecer pretenciosos; si no nos arreglamos nada, podemos parecer demasiado descuidados). Más allá del tema estético, la clave para causar una buena primera impresión está en intentar mostrarnos simpáticos, cercanos y, sobre todo, sonreír desde el primer momento. Sonreír no cuesta nada y una buena sonrisa transmite una sensación positiva y agradable a los demás.
Intenta comunicarte de una manera sencilla. Somos traductores, pero no por ello tenemos que ir haciendo gala de una verborrea insoportable o de lo mucho que sabemos sobre nuestras especialidades. A nadie le gustan los prepotentes, así que guárdate tu nivel de sabiduría para cuando tengas que usarlo en tu trabajo o si te preguntan alguna duda concreta. Utiliza un lenguaje sencillo (a fin de cuentas, es el más efectivo) y procura no ser concluyente en tus intervenciones. En lugar de eso, haz preguntas inteligentes (sin pasarte) para demostrar interés por la otra persona y evita centrarte solo en hablar de ti. Es la mejor forma de crear un ambiente distendido y de alargar las conversaciones con las personas con las que estés interactuando.
2. Crea tu propio pastel o amplía el que ya conoces
No veas a tus compañeros y colegas de trabajo como tus principales competidores. Si lo haces, se notará en tu manera de relacionarte con ellos. En lugar de eso, piensa en lo que puedes aportarles y en lo que ellos pueden aportarte a ti. En el tiempo que llevo trabajando como traductor, he tenido la oportunidad de colaborar en varios proyectos con compañeros a los que fácilmente podría haber juzgado como mis competidores. Si lo hubiera hecho, difícilmente hubiera podido crear Traduversia con Pablo Muñoz, o tal vez no habría tenido la oportunidad de participar en el proyecto Negocia Vende Traduce con Marta Stelmaszak, Pablo Muñoz y Lourdes Yagüe, o quizá no hubiera conseguido tantos clientes relacionados con la traducción y el mundo audiovisual.
Si generalizamos, fácilmente veríamos que existen dos tipos de profesionales: los que comen y los que dan de comer.
- Los que comen quieren conseguir un trozo más grande del pastel que otros han creado. En consecuencia, piensan que si ellos ganan, tú pierdes, y que si tú ganas, ellos pierden. Esta es una forma de pensar muy negativa que crea mercados y grupos de profesionales sectarios que solo se miran su propio ombligo y que intentan por todos los medios superar o derrotar a sus «rivales».
- Sin embargo, los que dan de comer buscan la manera de hacer más grande ese pastel para beneficiarse ellos y, al mismo tiempo, para que también puedan beneficiarse los demás. Estos piensan que con un pastel más grande todo el mundo saldría ganando (no solo ellos). Ese es el principal valor de la colaboración: buscar el beneficio mutuo en lugar del beneficio propio.
3. Cuida con mimo a los clientes que ya tienes
No hay que dejar de cautivar a los clientes que ya tenemos aunque ya hayamos afianzado nuestra relación con ellos. El objetivo de cautivar no es una mera transacción o una venta de una sola vez. Hay que mantener viva la llama y hacerles sentir que son importantes para ti y que te encanta seguir colaborando con ellos.
Por ejemplo, uno de mis clientes me comentó en una reunión que había perdido los archivos originales de su logotipo y que solo disponía de una imagen de su logo con una resolución muy baja y una mala calidad. Pues bien, habíamos colaborado ya en tantos proyectos y el logotipo era tan sumamente sencillo que, en un rato que tuve libre un fin de semana, le creé una versión nueva del logo en alta resolución y se la envié para que lo tuviera. Mi cliente se alegró muchísimo y tardó muy pocos días en asignarme un nuevo proyecto, así que esa inversión desinteresada de tiempo y esfuerzo al final la acabé amortizando a los pocos días.
En definitiva, si eres capaz de hacer feliz a los clientes que ya tienes y te involucras en sus causas desinteresadamente, seguro que seguirán contando contigo para nuevos proyectos.
4. Deja de quejarte y toma decisiones inteligentes
A todos nos cansan las personas que están quejándose todo el tiempo de algo, ¿verdad? Quejarse es una actitud muy española y una constante que tenemos muy asimilada a nivel cultural. Pero no debemos olvidarnos nunca de que, por mucho que nos guste quejarnos, la queja en sí NO nos servirá para avanzar o solucionar un problema.
Desde luego, todos pasamos por momentos malos en los que necesitamos desahogarnos, pero debemos superar esa fase y centrarnos en buscar soluciones que nos permitan resolver las situaciones que tenemos. Lo que ocurre es que no es nada fácil tomar decisiones. Todos tenemos compañeros o familiares que se quejan constantemente de su jefe, de su trabajo o del vecino de en frente. Sin embargo, estos no son capaces de tomar una actitud resolutiva y dar un paso al frente para solucionar su problema (hablar con su jefe, cambiar de trabajo, hablar con el vecino, etc.).
El miedo (a perder el trabajo o a crear un conflicto) es muchas veces el principal responsable de que no salgamos de esa actitud de queja, pero debemos ir más allá. No pasa nada por quejarse una, dos o tres veces. Pero si no quieres convertirte en ese quejica al que nadie soporta, intenta buscar una solución para cada queja que tengas. Quizá tengas que tomar riesgos y quizá te salga mal la jugada, pero al menos habrás hecho algo para arreglarlo. Si actúas con inteligencia, probablemente conseguirás dejar atrás las quejas y empezarás a cosechar resultados.
Por otro lado, tampoco debemos caer en el error de confundir la queja con ser exigentes o perfeccionistas. La diferencia está en la actitud y en la forma de plantear los contras o los puntos negativos a la hora de criticar algo. Hay muchas personas que no se dan cuenta de que se centran más en lo malo que en lo bueno y, en consecuencia, toman una actitud de queja que les perjudica y que les convierte en personas negativas y destructivas. Sé autocrítico e intenta darte cuenta de cuándo estás siendo más negativo de la cuenta. Una buena práctica puede ser intentar sacar un pro por cada contra que vemos, para de algún modo contrarrestar el exceso de negatividad. Una vez tengamos los pros y contras, deberemos marcarnos el objetivo de mejorar los contras, pero siempre con una actitud positiva y constructiva.
5. Amplía tus conocimientos y competencias
Los conocimientos te sirven para demostrar que tienes dominio de un tema concreto gracias a tu formación o a tu experiencia. Ser competente, sin embargo, es algo diferente, dado que «saber» no es lo mismo «hacer».
Hacer algo que has aprendido recientemente no implica que tengas un dominio elevado sobre ese tema. Seguramente puedas hacer ese trabajo bien, pero probablemente te surgirán problemas por tu falta de competencia que deberás resolver sobre la marcha y que pueden mermar tu productividad y tu rendimiento.
En cambio, cuando haces algo que ya has hecho mil veces, entiendes perfectamente los problemas y las dificultades a las que te vas a enfrentar. Esto significa que ya has desarrollado tu propio método de trabajo y que tienes un cierto nivel de especialización en la materia que, en consecuencia, te permitirá anticiparte, planificar y resolver.
Nuestro objetivo principal en cuanto a conocimiento y competencias debe ser, por tanto, evolucionar más allá de saber lo que hacemos, hasta hacer lo que sabemos. Son dos percepciones distintas que se diferencian por dos cuestiones principales: el automatismo y la especialización.
6. No te centres solo en el dinero
La gente paga por una solución y, en consecuencia, por la satisfacción de ver un problema resuelto. La solución llega primero cuando aportas tu trabajo, la satisfacción llega después cuando tus clientes comprueban que, efectivamente, has sido capaz de cubrir esa necesidad que tenían y para la que te contrataron.
Si solo buscas el dinero, se notará que ese es tu único interés. Sin embargo, si demuestras pasión por lo que haces y te involucras en los proyectos de tus clientes como si formaran parte de tu propia causa, entonces es probable que sigan confiando en ti y te envíen más proyectos. El dinero no debe ser nuestra principal motivación. Desde luego, todos queremos ganar dinero para vivir mejor, pero no debemos perseguirlo como el último fin, sino más bien como una parte del proceso, como un elemento que está ahí, que es importante, pero no lo principal.
Eso no significa que tengamos que trabajar gratis o que aceptemos proyectos a precios irrisorios. La rentabilidad también debe ser uno de nuestros objetivos, pero no debemos olvidar nunca que nos dedicamos a este trabajo porque es lo que nos motiva, lo que nos gusta y lo que nos hace felices. Si solo miramos el dinero, probablemente llegará un momento en el que nos quemaremos y perderemos el amor por lo que hacemos.
7. Siembra y recoge
Si das mucho y lo das bien, probablemente también recibirás mucho a cambio. Haz cosas por los demás de forma desinteresada. Ayuda a tus compañeros y colegas de trabajo, a tus clientes, a tu jefe… Seguro que te sorprenderá la respuesta que tendrán contigo, sobre todo si eres capaz de hacer favores que marquen la diferencia. Quién sabe, quizá un acto desinteresado te acabe sirviendo para fidelizar a ese cliente que tanto ansiabas o para conseguir un ascenso sin tú saberlo. En ese sentido, «quien siembra, recoge».
La clave para sembrar y recoger está en no esperar recibir nada a cambio. Si haces algo esperando que te lo compensen, te estás dejando llevar por el interés. Sembrar consiste, más bien, en ser buena persona, buen compañero y buen profesional. Consiste en involucrarte en cosas en las que otros no se involucrarían por no ver el lucro o el beneficio personal. Si mantienes esa actitud desinteresada, es probable que antes o después te compensen ese favor que hiciste, también de forma desinteresada.
¡Manos a la obra!
Espero que estos consejos te sirvan para crecer profesionalmente y para cautivar a tus clientes. En realidad, son sobre todo cuestiones básicas de actitud, competencia, profesionalidad y saber estar. Ahora te toca a ti ponerlos en práctica y comprobar si funcionan de verdad. A mí, desde luego, me han funcionado bastante bien. ¡Ya me contarás!