En 5 años de carrera (5, que no 4) he tenido tiempo de matricularme en unas 40 o 42 asignaturas, lo que vienen a ser 300 créditos, que es la carga total de créditos que tiene la Licenciatura (ahora, Grado) en Traducción e Interpretación en la Universidad de Granada. En el resto de España, la cosa anda por las mismas cifras.
En todo este tiempo, he podido elegir cuáles iban a ser mis lenguas de trabajo, si quería especializarme en traducción o en interpretación (o incluso en ambas), y elegir entre varias asignaturas complementarias para completar mi formación.
Genial, pues llega febrero/junio/septiembre del año equis y ya he terminado la carrera. Pues ahora a trabajar, ¿no? Vale… “Pues no sé ni por dónde empezar.”
Este discurso anterior que acabo de soltar, bien podría salir de la boca de cualquiera que haya terminado o esté a punto de terminar la carrera de traducción. Uno de los grandes problemas que se nos suelen presentar cuando terminamos nuestra carrera es la manera en que vamos a afrontar los meses sucesivos. Las dudas siempre suelen girar en torno a la misma pregunta. ¿Estoy lo suficientemente preparado?
Lo normal es que esta pregunta acaba desembocando en otras, y así sucesivamente. En este tipo de casos, no hay una respuesta estándar que pueda servirnos a todos para tomar las decisiones adecuadas. En momentos así empieza a tomar mucha importancia el poco “carácter profesional” (vamos a llamarlo así) que hayáis podido adquirir durante la carrera.
¿Poco? Poco no. Poquísimo. En el tiempo que llevo ya desenvolviéndome como traductor, todavía no puedo decir que me haya acordado de aquel consejo o aquella enseñanza que me transmitió tal profesor para afrontar una situación como esta.
Creo que, en cierto modo, este dilema surge de la poca aplicación práctica que tienen ciertas carreras universitarias. La carrera de traducción, al menos en mi experiencia, es puramente teórica y, aunque que te preparan bien para que sepas llevar a cabo las tareas básicas de la traducción y la interpretación, no te preparan para ser autosuficiente, algo que en el mundo profesional es muy importante.
Es una sensación muy extraña (y seguro que muchos de vosotros la conocéis) cuando afrontas los primeros encargos profesionales para un cliente y, al terminar tu traducción, no cuentas con nadie que la revise. Anteriormente, no existía la preocupación de si la traducción estaría bien o no más allá de un fin puramente académico: aprobar. Ahora la pregunta es totalmente diferente. O más bien, las preguntas:
- ¿Es la traducción que he hecho lo suficientemente buena y profesional?
- ¿Quedará el cliente satisfecho con mi trabajo?
- ¿Se ajusta el precio final a la calidad de la traducción que he realizado, y a las horas que le he dedicado?
- ¿He sido lo suficientemente productivo como para que en el futuro encargos como éste me salgan rentables?
Mientras que antes entregábamos nuestra traducción sin importarnos si la nota era un 5, un 7 o un 10, ahora nuestro objetivo primordial es dejar satisfecho al cliente, y ahí entran en juego muchos factores, no solo la calidad de la traducción. Nos adentramos en un terreno puramente profesional, en donde las relaciones laborales, el trato profesional con el cliente, la productividad, las tarifas y presupuestos o la imagen profesional juegan un papel fundamental en nuestro devenir como traductores.
La verdad es que habría agradecido muchísimo que en nuestra carrera hubieran incluido alguna asignatura relacionada con todos estos temas, pues no todos los traductores al terminar somos contratados en plantilla por SDL u otras empresas, y lo cierto es que son cosas que alguien cualificado y experimentado podría transmitir muy fácilmente.
Empezar solo en el mundo de la traducción es muy difícil, porque no sabes por dónde empezar. Si a todas las preguntas anteriores le añades la dificultad añadida de tener que buscar tus propios clientes, entonces ya sí que es verdad que la tarea se convierte en una misión casi imposible. ¿O no?
Bien, vayamos por partes.
Primera pregunta. ¿Por dónde empiezo?
Pues, como diría uno de los mejores profesores que he tenido, por el principio. En mi caso personal, decidí empezar buscando encargos por mi cuenta, aprovechando algunos contactos que había hecho durante la carrera y gracias a algunos trabajitos que ya había podido hacer para una ONG. En ese sentido, puede ser muy interesante buscar unas prácticas de traducción en alguna empresa u organización, aunque sea sin remuneración. Seguro que a algunos os parecerá una locura, pero esto a mí me ha permitido incorporar a mi cartera a los primeros clientes, lo cuál no es una tontería porque quiere decir que, aunque las prácticas eran no remuneradas, estas al final acaban siendo una inversión a largo plazo. Evidentemente no todos tenemos la oportunidad de realizar unas prácticas —aunque deberíamos—, pero no por ello hay que dejar de intentarlo. Puede ser una buena salida.
Paralelamente a esto, podría ser una buena idea intentar promocionarnos un poco. Para ello, unas tarjetas de visita o una web profesional podrían ser muy útiles. Aunque antes de eso es importante ir solucionando temas como el sector de la traducción al que te vas a dedicar, las tarifas que vas a aplicar o el tipo de empresas y clientes que vas a buscar. Por poner un ejemplo, si quieres enfocar tu trabajo hacia el sector del turismo, entonces deberás buscar clientes dentro de ese sector, de manera que probablemente te tocará hacer rondas por establecimientos como hoteles, cafeterías, restaurantes, bares, oficinas de turismo, etc., para dejar tus tarjetas de visita y, a ser posible, dialogar con posibles clientes que podrían estar interesados en tu trabajo. Ni que decir tiene que la imagen que demos, el discurso que llevemos preparado, etc., serán muy importantes para conseguir nuestro objetivo. Al principio, lo normal es recibir pocas propuestas, pero con el tiempo y con algo de paciencia acaban llegando las primeras llamadas y los primeros correos de los primeros interesados (también llamados clientes potenciales).
Paralelamente a esto, mientras lidiamos con los primeros encargos, es muy importante desarrollar una seguridad en nosotros mismos y en nuestro trabajo. Este aspecto es difícil a la par que importante, pues confiar en uno mismo cuando todavía hay dudas acerca de la preparación y la formación recibida es quizá lo más complicado de todo el proceso de «profesionalización» del recién graduado.
Es por todo esto por lo que creo que en la facultad debería existir una o varias asignaturas que se centren en abordar todo este tipo de aspectos (relaciones laborales, temas administrativos y fiscales, gestión de encargos, llevar carteras de clientes, etc.).
Como veis, este período del traductor da para mucho. En próximas entradas seguiré tratando este tema, pero más en relación a otras cuestiones difíciles a la par que importantes para abrirse paso en el mercado a nivel individual (tarifas, presupuestos, gestión de clientes, etc.).
Y vosotros… ¿Cómo lo lleváis? ¿Os costó mucho consolidaros como traductores? ¿Hicisteis algún tipo de prácticas? ¿Conseguisteis trabajar en plantilla en alguna empresa de traducción? O si no… ¿Cuáles fueron vuestros pasos?